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Alejandro Gonzalez | 13:23

EN LA ORACIÓN TENEMOS DOS INTERCESORES

*Por el Hno. Francisco

Hoy hablaremos sobre La Oración, para que al recordar todo lo que ya sabemos con respecto a ella, comprendamos tal vez con mayor claridad el gran privilegio que tenemos nosotros los creyentes, cuando buscamos entrar en comunión con nuestro Padre Celestial, mediante ese acto solemne, especial y de profunda búsqueda que es la Oración.

Lo obvio que no es tan obvio

Comencemos por lo que es obvio, pero que por serlo no deja de ser La Gran y única Verdad, y es que “La Oración es Comunión con Dios”. Para lo que les invito a leer los siguientes pasajes:


Proverbios 15:29 – E aquí la gran ventaja que tenemos nosotros en relación con los impíos, y es que Jehová oye y responde nuestras oraciones cuando son invocadas dentro de su voluntad.

Jehová está lejos de los impíos; Pero él oye la oración de los justos.
Proverbios 28:9 – Podemos aparentar ser grandes oradores, pero a Dios no le podemos engañar, porque si en el corazón abrigásemos algún rencor o algo parecido el no nos escuchará. 
28:9 El que aparta su oído para no oír la ley, Su oración también es abominable. 

Filipenses 4:6 – Debemos creer y comprender que todas las dificultades están dentro del propósito de Dios. La ansiedad y la preocupación indican una falta de confianza en la sabiduría y poder de Dios, sin embargo deleitarse en el Señor y deleitarse en su Palabra es el mejor antídoto contra la ansiedad. Y la Gratitud a Dios debe acompañar siempre a toda oración verdadera.
4:6 Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.

Juan 14:13-14 – Pedir en el nombre de Jesús significa pedir conforme a su voluntad, y no hacerlo por algún motivo egoísta.

14:13-14 Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.

Santiago 5:16 – Las oraciones apasionadas de los creyentes, tienen el poder de lograr muchas bendiciones para nuestro bien.

5:16 Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. 
Romanos 8:26 – Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues que hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo Intercede por nosotros con gemidos indecibles. 
8:26 Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. 
Despertando estampidas

Muchas veces no ponemos en práctica todo lo que se necesita para la solemnidad de la oración, dado que solamente buscamos la profundidad de la misma cuando estamos en necesidad o peligro, porque en los días de bonanza donde en apariencia todo lo hemos alcanzado nos olvidamos de buscar y agradecer a Dios.

Más Dios que nos ama, en su soberana misericordia no nos deja solos, Él nos provee del Espíritu Santo que internamente intercede con nosotros preparándonos para entrar en comunión con Dios. (Aunque los cristianos lo sabemos desde el primer día de nuestra conversión no viene mal recordar que siempre debemos orar en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, quien es el que está a la diestra de Dios y es quien intercede constantemente a nuestro favor).

Es así que desde el mismo instante que nos disponemos a orar, contamos con el auxilio del Espíritu Santo, y aunque muchas veces no nos demos cuenta la tremenda dimensión de victoria que genera cada segundo de oración, y no lleguemos ha comprender que cuando los creyentes oramos, estamos desatando en el reino de las tinieblas una estampida, de igual modo que cuando una manada entra en pánico ante la presencia de su depredador. 

Mientras los creyentes no tomemos la real dimensión de la oración, Satanás y sus huestedes seguirán interfiririéndo el divino “enlace” entre los Hijos de Dios y su Amado Padre Celestial.


Los Creyentes somos más que privilegiados, porque contamos con la ayuda de dos intercesores a nuestro favor. 


Hay de los que confiamos en nuestras propias fuerzas al orar porque cuando nos presentamos así ante Dios, nos volvemos incapaces al igual que el hombre natural que no se reconoce pecador y que en vez de quebrar su rodillas ante su creador, se planta ante Dios exhibiendo sus propios razonamientos, dejándose manejar por sentimientos que no son más que oscuros y densos frutos de sus corazones inconversos, desechando así la soberana intervención del Espíritu Santo.

El siempre se encuentra dispuesto a orientarnos, a corregirnos y a reforzar cada anhelo, cada aspiración que nosotros invoquemos encargándose de ubicarnos en el centro de la voluntad de Dios. Es así que cuando logremos esa profundidad en la oración, será entonces cuando comenzaremos ha percibir que allá en el fondo de nuestro corazón y en los rincones más perdidos de nuestra mente, el Espíritu de Dios estará librando grandes batallas con nuestra vieja naturaleza, y sus gemidos indecibles nos darán la certeza que el enemigo que oponía resistencia a sido puesto en retirada, y ya no podrá obstaculizar la comunión.

Claro está que no debemos pretender que el Espíritu Santo lo haga todo por nosotros, Él de ninguna manera ha de obrar si nosotros no ponemos algo de nuestra parte. Somos olor fragante para Dios, cuando le buscamos en espíritu y verdad, pues esas son las oraciones que el desea escuchar.

Sólo el Espíritu Santo nos librará de toda distracción, y Él se encargará de conducirnos a una oración sincera, ardiente, fervorosa, llena de una fe inquebrantable, que será digna de llegar ante el trono de Dios, y estará dispuesta ha descansar en la certeza de que ya ha sido escuchada. Porque toda oración dirigida a Dios bajo la guía del Espíritu Santo y en el nombre nuestro Señor Jesucristo, será escuchada.

Asimismo al orar debemos despojarnos de todo enojo o falta de perdón, para que nuestra oración sea llena de gracia y misericordia, debemos orar con una fe capaz de poder ver y hacer que lo invisible se convierta en una increíble realidad en nuestras vidas, y así poder empezar ha recibir todas aquellas cosas que nos eran imposibles, en el nombre de Jesús.

Conclusión 

Así es que los creyentes somos más que privilegiados cuando buscamos la común unión con Dios, pues como hemos visto tenemos desde un comienzo “tenemos dos intercesores”, al Espíritu Santo y a nuestro Salvador y Señor Jesucristo quien es el camino al Padre quien intercede incansablemente por nosotros ante Dios.

Es por eso que los creyentes estamos llamados a interceder por las personas y por cada una de sus necesidades. Estamos llamados ha negarnos a nosotros mismos, ha tomar el lugar de aquel por quién oramos, debemos hacerlo con un amor sobrenatural, despojándonos de toda hipocresía y de vanas repeticiones, sintiendo en nuestro espíritu los mismos padecimientos de aquellos que están necesitando alivio para sus males, debemos buscar con mucha fe la justicia de Dios, debemos ser intercesores así como Cristo lo fue en la cruz por cada uno de nosotros ante su amado Padre. Amén.

2 comentarios

  1. Muy bueno,recomiendo su lectura reiterada.

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    1. Gracias Luciano por tu recomendación y nos llena de gozo en el Espíritu saber que ha sido de utilidad para tu vida la lectura de este articulo. Bendiciones.

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Gracias por dejar tu comentario. Dentro de un rato podrás verlo. Bendiciones.

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